Los días perfectos

Los días perfectos son reales. Escuchar Redemption song, de Bob Marley, o Have you ever seen the rain?, de Creedence. Ah, pero sentir Viva la vida de Coldplay, es un himno a la felicidad.

Perfecta es la llovizna al amanecer, las calles desiertas y los cafés abiertos. Una tarde con música de violonchelo, una libreta y un bolígrafo. De noche, una mujer recargada en una de las columnas del portal. Sonríe. Alguien se acerca a ella… Ese momento en la alameda. Juntos. Ves la profundidad de sus pupilas, y sin pensar la besas. No hay imagen ni palabra para expresar ese beso que como el día jamás se repetirá. Entonces sabes que existes y estás vivo, desearás vivir para siempre, no saber jamás de la muerte, ¡no!, porque los años de tu vida ahora tienen sentido, descubres que eres un ser complementario. Tu tiempo en la tierra demuestra por qué estás aquí, para quién eres y quién es de ti.

Tras un beso todo se te revela por unos instantes. Nada es tan grave. Tú puedes ofrecer seguridad y ánimo al que no lo tiene. Aunque sabes que hace falta mucha comprensión entre los humanos y que algunos pierden la esperanza, tú renaces, vislumbras que siempre debe haber una solución. Recordarás que el amor es la respuesta.


Los días perfectos son reales, debemos guardarlos para revivirlos en todo tiempo. Ahora mismo, cerremos los ojos durante algunos segundos, ¿cuál ha sido ese día? Es nuestro, inmenso como la playa de la infancia.
Ese día en que se reunió la familia, comieron en abundancia y no hubo una sola discusión; ese otro en que recién egresado, sin tener adónde ir, alguien te llama y amaneces en otro sitio. Ah, cuando lees por primera vez un libro sin saber lo que te esperaba, preparaste café y te sentaste en el viejo equipal para ver desde allí a Ángela caminar rumbo al mar; a una Mariana sirviendo la comida, oler el aroma de una Santa recostada cerca del río. Más lejos todavía, a un grupo de troyanas con túnica blanca, o a las diosas de aquella isla de la que Ulises escapó, oh, cuánta ilusión por ser un mediodía ese personaje; descubrir otros horizontes, mundos fantásticos, inimaginables con mujeres llenas de gracia…


Más allá de nuestras fronteras un hombre sigue vivo: hoy no habrá guerra, y le darán el día para ver a su familia y degustar esos alimentos de fuego lento, fuego vivo, fuego de hogar. Una madre que reposa desde hace un par de años en cama, enferma, hasta que su hijo aparece, comen juntos, platican de lo que harán en los próximos años, en lo que él debe hacer cuando ella no esté más. Pero no hay llanto porque la madre siente que nace una fuerza especial cada vez que su hijo le expresa cuánto la quiere. Una mujer descubre que está embarazada, piensa en ello todo el día, en la alegría que dará a su esposo porque ahora serán tres en la casa. Un hombre regresa a su tierra, busca las calles y avenidas, el árbol, la casa, todo aquello que alguna vez le fue arrebatado, ahora sigue en el mismo lugar. Esos amigos que no dejaron de escribir, esa muchacha que fue a despedirnos, aquel piadoso desconocido que dijo: “no es nada”, el padre que nos perdonó, esa mirada de cariño, el abrazo honesto, la comida y la bebida en el campo, el descanso que nos fue permitido, ¡ah!, la paz que tanto deseamos, la paz mental, la paz integral de los unos con los otros…


Divago, pero los días perfectos son reales, luminosos como… ¿felicidad? Hoy fue un día perfecto porque divagué un poco y escribí. Divago aún, o divagué… yo vago, tú, di vago.

Julio César Zamora Velasco

Diario de Colima

Sonríe, hoy es un día perfecto.

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y el morfema Cos